Alejandro Wagner, de Alacero: «El gasoducto Néstor Kirchner es un círculo virtuoso que deja todos los dólares en la región»

Fuente: Ámbito ~ El director de la asociación que reúne a las industrias siderúrgicas de América Latina aseguró que la región puede triplicar el consumo de acero y vaticinó un rol clave de ese insumo para la transición energética.

Alejandro Wagner, directo ejecutivo de Alacero, aseguró que en América Latina «tenemos la oportunidad de triplicar el consumo de acero” y destacó la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner como un «ejemplo enigmático» de la planificación energética regional.

Si bien anticipó una corrección a la baja de la estimación de producción de acero para 2022 (pasó de una caída del 2% a una de entre 5% y 10%, con 70 millones de toneladas), se mostró optimista por el futuro de la industria siderúrgica en los países de Sudamérica y destacó que las metas de descarbonización pueden impulsar un mayor consumo local de acero «limpio». «Todavía falta camino por recorrer para tener un acero más competitivo. Con la sustentabilidad y el proceso de descarbonización se abre una oportunidad», afirmó.

Según datos de la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), en 2021 se generaron más de 100 mil empleos en la industria siderúrgica regional, superando la cifra previa a la pandemia, del 2019. Este incremento supone un aumento del 8,3% respecto a 2020, año en el que se perdieron 93.000 puestos de trabajo. Como resultado, el sector en América Latina alcanzó 1,3 millones de puestos de trabajo. En ese marco, se destacó que Argentina fue el cuarto país de la región con mayor factor de generación de empleo indirecto en 2021 con 4,76. El primero fue Chile (9,67), después México (6,5), Ecuador (5,28), Argentina (4,76) y Brasil (4,44). En cuanto a empleos directos, Brasil fue el país que más ganó en 2021 respecto a 2020 con más de 16.600, seguido de Perú con 1.900.

En diálogo con Ámbito, Wagner también analizó las consecuencias en los precios de los comodities de la guerra rusa y el Covid en China y se refirió a las restricciones para importar insumos. «Es una sábana corta y es entendible que en una situación financiera delicada cueste generar divisas y tengas que evitar gastar dólares en el corto plazo para las importaciones«, sostuvo.

hacia arriba. El sector de la siderurgia es uno de los que mayor contribución a esa mejora aportó, de acuerdo con los datos de la entidad que agrupa a los industriales de la provincia.

hacia arriba. El sector de la siderurgia es uno de los que mayor contribución a esa mejora aportó, de acuerdo con los datos de la entidad que agrupa a los industriales de la provincia.

Periodista: ¿Cómo se llegó al segundo semestre del 2022?

Alejandro Wagner: Fue un año histórico, habiendo pasado otros dos de Covid y ahora una guerra. Las estimaciones que hicimos en marzo del 2022, aunque fue hace poco, ya pasó de todo. En la región se siente mucha incertidumbre, con cambios de presidentes y color político en Chile y Colombia. Hay un signo de interrogación en Brasil, con una elección definitoria para la principal economía. Y México y Argentina, siguen andando.

P.: ¿Cuáles son las estimaciones de la industria siderúrgica?

A.W.: La asociación madre del acero es World Steel, que reúne todas las estadísticas. En la última reunión de marzo pasado en Abu Dabi la guerra había arrancado hacía tres semanas. Ahí cada uno llevó sus números y estimamos el consumo de acero a nivel mundial por región. Ellos estimaron una caída global del 4%. Para América Latina en 2022 habíamos estimado una caída del 2% del consumo, que implica la producción local, más las importaciones menos las exportaciones.

P.: Es una caída leve…

A.W: Si, considerando que en 2021 la región había crecido 27%, una barbaridad, después de una caída del 10% en 2020. El año pasado se consumieron 74 millones de toneladas de acero. Hay que recordar que en 2016 eran 66 millones en promedio. Por eso una caída del 2% nos parecía más que prudente. Para el 2023 veíamos una suba del 4%, con un 2022 en 70 o 71 millones de toneladas.

P.: ¿Y hubo correcciones sobre las cifras del 2022?

A.W.: Las estimaciones fueron de marzo, hoy estamos en julio y la situación es incierta, dependerá mucho de cómo se prolongue la guerra, las aperturas y cierres por Covid en China y la inestabilidad política de la región. Si vemos los números reales, hoy ya vemos un acumulado a junio del 6% abajo, comparando con los mejores meses del 2021, aunque hay que esperar que cierre todo el año. Es posible que en el segundo semestre no caiga tanto, pero difícilmente lleguemos al 2%, creo que la caída va a estar entre 5% y 10%, con alrededor de 70 millones de toneladas, un nivel razonable de postpandemia.

P.: ¿Y a nivel global cómo será esa caída?

A.W: World Steel no suele hacer correcciones a mitad de año, pero claramente todas las regiones están cayendo, en el orden del 6% de la producción mundial, con una caída del 9% en China, el productor de la mitad del acero a nivel global. Y la región no es ajena.

P.: ¿Cuáles son los factores de la caída?

A.W.: Principalmente son dos. Que China no terminar de abrir o cerrar y afecta la cadena de suministros, y que la guerra afectó al mercado energético, con la interrupción de Rusia que exportaba el 35% del gas a Europa, y la afectación de otros comodities, los fertilizantes, agroquímicos y producción de microchips. Todo eso afectó indirectamente a América Latina por el alza de precios. Los insumos metálicos, chatarra y placas de acero, que entre Rusia y Ucrania, implican el 20% del total, también se vio afectadas.

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P.: ¿Hoy los precios siguen en alza?

A.W.: En los últimos dos meses comenzaron a estabilizarse, pero de manera dispar. El mineral de hierro, uno de los principales insumos básicos, sigue alto, como el gas, no así el carbón, que bajó.

P.: ¿Y no se compensó la menor cantidad de consumo de acero con esos altos precios?

A.W.: En América Latina subieron todos los precios y se compensó, lo que ahora cae es la demanda real. Ahora estamos entrando en una fase de estabilización. El 2022 va a ser un año razonable, pero con incertidumbre para el 2023. Hoy no hay ningún país ajeno a los vaivenes políticos, las economías y los PBI.

P.: ¿Cuál es el impacto directo de esta caída del acero?

A.W.: El acero es un sector primario, habrá que ver lo que pasará con los sectores secundarios que lo consumen. El 50% promedio de la producción es regional. Lo primero que hay mirar es la construcción. Por un lado las grandes construcciones, como puentes y carreteras, y la construcción comercial, que es más volátil. El segundo es el sector automotriz y la maquinaria agrícola, ligada al campo, que en Argentina sigue siendo alta. Pero la maquinaria para bienes durables o de capital para producir plástico, envases, dependerá de las inversiones, la confianza, el efecto stock, las expectativas y las importaciones. Lo que es común es la inflación alta en todos los países y la suba de tasas, con baja en la actividad.

P.: ¿Eso altera a la competitividad en el mundo?

A.W.: La competitividad es la palabra mágica. Tenemos un estudio de asimetrías comparando Argentina, Colombia, México y Brasil con Corea, Vietnam, China y Malasia, mirando la carga impositiva, el acceso y costo del financiamiento, la logística y la educación. En los cuatro estamos mal parados, bastante lejos de Asia. Es el resultado de la desindustrialización, excepto México que se mantiene. Las manufacturas han perdido su aporte al PBI de cada país, y ahí está el acero.

P.: ¿Cómo afecta la falta de dólares o las restricciones para importar?

A.W.: Está comprobado que el 65% de la importación son insumos intermedios para industria manufacturera, con lo cual las trabas a las importaciones o falta de dólares impactan directo en el nivel de actividad. Es una sábana corta, y es entendible que en una situación financiera delicada cueste generar divisas y tengas que evitar gastar divisas en el corto plazo para las importaciones. Pero es una trampa porque más restringís, menos importas, menos actividad tenés, menos dólares tenés. Esto viene de muchos años en Argentina, no es de ahora. La solución obvia parece aumentar las exportaciones y no bajar importaciones. Para eso hay que tranquilizar otras variables económicas, la situación es bastante delicada, y no solo ocurre en Argentina.

P.: ¿Cuál es la capacidad instalada del sector actualmente?

A.W.: Es una industria que toma decisiones a 5 o 10 años, con inversiones de millones de dólares. Hoy toda la región tiene capacidad ociosa, se trabaja en promedio al 60%, con 1,3 millones de empleos y salarios por arriba de la media. Nunca se trabaja al 95%, pero se puede producir más acero localmente y reemplazar las importaciones. De las 70 millones de toneladas, unas 20 millones son importadas, y una parte de eso es extrazona. Pero no se puede producir más en parte por las asimetrías competitivas. Todavía falta camino por recorrer para tener un acero más competitivo. Con la sustentabilidad y el proceso de descarbonización se abre una oportunidad.

P.: ¿Qué tipo de oportunidad?

A.W.: La industria siderúrgica es necesaria para el desarrollo de cualquier otra industria, una ciudad o una economía. Para medirlo se usa el índice de consumo acero per cápita. Hoy China está en más de 500 kilos por habitante, Europa en 340 kilos, Estados Unidos 280 kilos y América Latina en 120 kilos. La oportunidad es triplicar ese consumo, si se desarrollan los países. Y el acero es clave para la transición energética, ya sea para la construcción sustentable y los autos eléctricos, por ejemplo. Pero eso no sucede todavía. La ola verde por fin llegó para quedarse. Se habla de bajar las emisiones un 30% al 2030 y la descarbonización cero para 2050, y el acero va a cumplir un rol fundamental, como elemento esencial de la cadena productiva.

P.: ¿Por qué?

A.W.: Por que por cada tonelada de acero producida en América Latina emitimos 1,66 tonelada de C02, mientras que China emite 2,1 y la media mundial es de 1,88. O sea, estamos a 15% de la media con todas las condicionantes que tenemos. La base es mejor. Hoy tenemos la oportunidad de producir más acero limpio y menos acero sucio de otras regiones. Y hay tres factores: la chatarra que vuelve a ser utilizada, ya sea un auto, una heladera o un edificio derrumbado; las energías renovables, porque tenemos las condiciones naturales que tenemos para desarrollar la eólica, hidráulica y solar; y el gas natural, que ya se aceptó como energía verde.

P.: ¿Cuánto puede ayudar a esa oportunidad el gasoducto Néstor Kirchner?

A.W.: Mucho se habla de Vaca Muerta y el gasoducto y es un ejemplo exacto de lo que necesitamos. A mediano plazo necesitamos desarrollar el gas natural, porque si bien no podemos tener una matriz renovable del 100%, el gas puede aportar a la transición energética. Pero no solo beneficia a la Argentina porque deja de importar y mejora la balanza económica y dentro de 10 años puede ser un exportador de GNL al mundo, sino a otros países como Brasil y Chile que recibirán el gas de Vaca Muerta. De hecho, el gasoducto está hecho de acero y ese gas significa energía limpia para hacer acero, y eso a la vez significa autos, electrodomésticos y edificios más limpios. Es la famosa circularidad del acero, como eslabón clave de toda la cadena.

P.: ¿Y eso puede facilitar un incremento de la producción nacional de acero?

A.W.: Todos los países buscan tener una balanza comercial positiva. Importaciones cero no se puede, pero la balanza tiene que ser inteligente. Porque se va a poder fabricar todo el acero posible acá, según la calidad y variedad, con los que tengan buenas máquinas, y lo que no, se importará. Pero ser inteligente es tratar de maximizar la producción nacional, y lo mismo pasa en la región.

P.: ¿Por qué el acero para el gasoducto se trae de Brasil?

A.W.: La chapa de acero que se necesita para la construcción no se fabrica en Argentina. Es un ejemplo de importación exportación inteligente, un ejemplo bárbaro para América Latina. El mineral de hierro y el acero se producen en Brasil, pero la chapa procesada se produce en una planta en el conurbano bonaerense, para producir y transportar gas por el interior del país y exportar a Chile y al mismo Brasil. Es un círculo virtuoso de conexión y escalamiento productivo que deja todas las divisas en la región. Es un ejemplo enigmático, bienvenido que haya salido en todos los diarios, es un ejemplo de hacer política energética inteligentemente.

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