Fuente: La Nación – Magdalena Day acababa de tener a su primer hijo y estaba cerca de obtener un título en Marketing cuando concretó su primer proyecto inmobiliario
En el 2005, la desarrolladora salteña Magdalena Day tenía 22 años. En ese entonces su vida era ajena al mercado inmobiliario ya que un puñado de materias la separaba de su diploma de la carrera de Marketing. Ante la alerta de un embarazo riesgoso -que terminó con la llegada de su primer hijo- la joven pausó la universidad y le dedicó tiempo a su salud y familia. En sus primeros pasos como casada y con un bebé recién nacido, Day experimentó una necesidad que atravesaba y sigue impactando en los jóvenes hoy en día: tener una vivienda.
“Me tocaba de cerca empezar a formar mi familia y mi hogar”, contó en diálogo con LA NACION, y agregó: “Me quedó grabado un aprendizaje del marketing: que uno tiene que desarrollar un producto o servicio con una necesidad genuina. En Salta y en el país, la necesidad genuina para mí era la posibilidad de acceder a la casa propia”.
Pero en la provincia norteña los productos básicos partían de una vara monetaria muy alta. “En Salta se estaba dando la aparición de los primeros barrios cerrados con terrenos tipo quinta desde los 5000 m² y analicé qué podía aportar como proyecto para darle una solución a los jóvenes. Entonces empecé a estudiar unas 100 hectáreas de tierras que eran de mi familia en la circunvalación oeste, que es como hoy la zona de Nordelta y Pilar, a donde se fueron trasladando familias jóvenes. Estaban pegadas a comercios y colegios pero no tenían infraestructura, por lo que propuse instalarla y crear opciones de lotes de 1500 a 2000 m² que fueran más accesibles y que en ese momento eran inexistentes en la zona”, cuenta sobre sus inicios.
La única alternativa accesible con la que contaba la provincia “eran los barrios del Instituto Provincial de Vivienda con terrenos de 250 metros pero tenías que estar dentro de un colegio profesional para inscribirte, por lo que la clase media no tenía opciones viables”, dice.
La experiencia y el conocimiento en el rubro era nula pero la pasión por su misión le dio la fuerza necesaria para poner su proyecto en marcha. Fue así como tercerizó ingenieros para dirigir las obras, agrónomos y profesionales del sector y en menos de un año ya había equipado La Merced Chica -su primera urbanización con agua, gas y servicios básicos- y conformado el Grupo MDay que hoy lidera.
A pesar de gestar su proyecto en una Salta conservadora, Day como madre y profesional en un rubro mayormente de varones, agradece el consejo de sus padres “que siempre promovieron la mirada de que no existían los imposibles y no me marcaron un techo por ser mujer ni nada de eso”, celebra.
El secreto de empezar sin nada
Mientras balanceaba su vida laboral con la de madre primeriza, la ambición y su propósito de ayudar a los jóvenes la motivaron a sus cortos años a ir más allá. En las tierras vecinas a las tierras familiares, por las que había pasado por la puerta al instalar los nuevos servicios, se encontraban entre ocho y 10 hectáreas de una familia salteña que vivía en Uruguay. Pero comprarlas de la forma tradicional no era una opción. El valor de esa tierra rondaba los US$800.000 en el momento y ella solamente había ahorrado el dinero para su primer auto, un Citroen C3 cuyo valor era apenas el 1% del monto que tendría que pagar.
“Cuando empecé no tenía auto, tenía que ir en colectivo hasta la Iglesia y ahí les mostraba las propuestas a los clientes entonces mi primera herramienta tenía que ser la movilidad”, cuenta. Los dueños de la tierra estaban conectados con una de las constructoras más importantes de la zona y ella, con la poca experiencia en su portfolio, tenía que demostrar que iba a poder concretar sus promesas.
“Me acerqué al apoderado de las tierras y le conté lo que había desarrollado con mi familia, que tenía un proyecto propio y que quería comprar esas tierras. Le dije que si usaba los ahorros de mi auto, lo perdía todo y le pedí tiempo para juntar permisos y potenciales compradores. Me dijo que buscara otra forma de darle una garantía así que me fui de ahí desilusionada; pero creo que haberle ofrecido el dinero de mi primer auto lo ablandó. Entonces llamó a los dueños para contarles la propuesta disparatada de una chica de 23 años y nos conocimos”, relata.
Finalmente, el acuerdo llegó con una condición. Si lograba reunir los permisos y clientes en seis meses, las tierras eran suyas para comprar. “Yo veía una montón de jóvenes interesados en comprar tierras sin expensas y pegadas a un centro urbano consolidado, así que sabía que la demanda existía. Dicho y hecho, me dieron seis meses y al tercer mes ya había juntado todo”, dice orgullosa de sus logros, los cuales reconoce que “fueron una muestra de que doy todo lo que tengo habiendo encarado el rubro sin tener casi experiencia”. ¿La mejor parte? Nunca le aceptaron sus ahorros para el auto como pago.
Así logró materializar su primer emprendimiento propio de 50 lotes nuevos para jóvenes y desde entonces nunca frenó. Reconoce que muchos de sus proyectos de urbanización se construyen principalmente con líneas de créditos Procrear, una de las opciones más asequibles entre las familias jóvenes del país.
Qué necesitan los jóvenes hoy
Un dato no menor en este tipo de proyectos es que la desarrolladora financia a seis años después de la posesión. “El joven hoy necesita cuotas. Creo que hace falta acompañamiento del sector público-privado donde el sector público apoye proyectos viables de los privados con créditos. Por ejemplo, en vez de los cuatro años de financiación promedio de los desarrollos inmobiliarios necesitemos 20 años como se hacía históricamente con las políticas de acceso a la vivienda. Hoy, el joven llega a la compra del terreno pero necesita el monto de construcción subsidiado”, concluye.
En ese sentido, desarrolló el proyecto Chancas, en el que pagan un anticipo, cuotas bajas hasta que se mudan mientras ellos inyectan dinero para completar un año y medio de obra y los clientes pagan en seis años en cuotas pesificadas actualizadas por la CAC. En un terreno de 6000 m² levantó 40 departamentos y lofts de hasta 70 metros cuadrados con jardín propio y amenities indispensables para mantener bajos los costos de expensas. Este proyecto ya fue todo entregado y actualmente se encuentran replicando el mismo modelo en otros puntos de la ciudad.
Un paso más allá
Sin embargo, con el crecimiento de la desarrolladora vino la ampliación de su cartera de productos. “Hace unos años empezó el boom de minería en Salta y vimos que las familias que se mudaron a la zona empezaron a demandar servicios, comercios, oficinas. Para ellos empezamos hacer productos de usos mixtos con el fin de generar consolidación en una ciudad de 15 minutos. La circunvalación oeste, nuestra mayor zona de influencia, se conecta con las vías que suben a las minas y por derrame terminó siendo la zona demandada por el corporativo minero, lo que acelera mucho el enriquecimiento de la zona”, señala sobre el área donde se encuentran desarrollando proyectos corporativos y residenciales.
“La rubita que vendía ilusiones”, como la llamaban cuando era joven, demostró que ser una mujer con convicciones y sueños firmes y que venir de otro rubro no significa ninguna limitación si se tiene un propósito definido. Hoy en día, el grupo tiene 1200 hectáreas urbanizadas -de las cuales 800 están dirigidas a jóvenes-, más de 25 proyectos entregados y más de 15.000 familias que se convirtieron en propietarias. La mitad de su cartera sigue apuntada a su misión original, darle una solución de vivienda a los jóvenes, y la otra encontró la forma de adaptarse al mercado y se destina a barrios cerrados para el público que busca seguridad, proyectos comerciales y corporativos.
En ese contexto es que analiza sus próximos pasos y no ve en el gigante de Buenos Aires una inversión cercana, sino que se inclina por la seguridad jurídica de Montevideo, la capital uruguaya, donde hay créditos para proyectos, eximición de impuestos por 10 años y políticas que fomentan la inversión.