Fuente: La Nación ~ Buscar diferenciales, encontrar la propia identidad, repensar los proyectos inmobiliarios en pos de la comunidad que los habitará.
Lo que se conoce como la customización del producto, un término muy conocido en el marketing, comienza a desembarcar en la conservadora industria del real estate.
Como todos los cambios, estos no suceden de un día para el otro. En las últimas décadas, muchas cosas fueron cambiando. Como por ejemplo: la tecnología, la materialidad, los sistemas constructivos, pero sobre todo la forma de entender el proyecto como tal, ya no como metros que se vuelcan a un mercado, sino como un producto de marketing en sí mismo.
Hace unos 30 años, los edificios eran solo eso, edificios. Poco a poco la necesidad de las desarrolladoras de diferenciarlos las llevó a identificarlos con su propia marca. Al principio se daba en grandes complejos residenciales o torres, pero esa tendencia se fue ampliando y hoy casi todos los proyectos, grandes o pequeños, tienen su propia identidad.
Lo que viene, sin embargo, es algo más que branding y estrategia de marketing. Hoy es necesario repensar el proceso creativo, investigar las comunidades donde se va a insertar el proyecto, co-crear con los vecinos sobre lo que esperan del producto, acompañar su accesibilidad al mismo. Un ejemplo concreto es la definición de los amenities con los que contará un proyecto, o el destino que se le dará a un local situado en la planta baja. Solo después de un relevamiento y análisis de las necesidades del barrio y de sus vecinos se puede identificar el rubro que está faltando y a qué se puede destinar al local. Lo mismo sucede con los amenities adecuados para los propietarios. Tal vez, el proyecto está situado muy cerca de una plaza recientemente puesta en valor que ofrece espacios verdes, canchas multiuso, juegos para niños y aparatos para ejercitarse. Pues bien, estos elementos deben contemplarse al momento de pensar los amenities del edificio para que se complementen.
Se trata de una nueva forma de pensar, una nueva cultura desarrollista, más cercana a la manera en la que se trabaja en el segmento de consumo masivo que en una desarrolladora inmobiliaria tradicional, observando a la competencia, al mercado, y al público para dar así con un producto relevante, que genere impacto en los usuarios y en la comunidad.
La gente está cada vez más informada y formada en temas inmobiliarios, y en consecuencia también demanda una profesionalización del sector. Estamos ante un público que no sólo busca la eficiencia y la sustentabilidad en cuanto a recursos naturales, sino también económicos. Los servicios y amenities de manual ya no van más. Nadie quiere comprometerse con expensas altas por amenties que sabe que no va a usar o que no son realmente funcionales. Por ejemplo, un gym que no está bien equipado o es muy pequeño puede ser más útil al transformarse en un espacio de coffee lounge o un área de coworking.
La tendencia actual hacia la profesionalización del desarrollo inmobiliario pone al usuario por encima de todo. La sustentabilidad, la domótica, la eficiencia energética, la flexibilidad en el diseño, la personalización de los espacios, la tendencia wellness, todo empieza y termina en el usuario.
Las desarrolladoras, por su parte, sobre todo las más jóvenes, están entendiendo mejor estos cambios y conforman equipos amplios y multidisciplinarios donde es posible encontrar programadores, interioristas, sociólogos, licenciados en medio ambiente, y expertos en fintech y creatividad.
El producto inmobiliario como commodity tiene sus días contados. La profesionalización del sector acompañado por los avances tecnológicos y los cambios culturales nos van a permitir concebir en un futuro, no muy lejano, edificios a la medida de las necesidades del barrio, y unidades a la medida de las necesidades de los habitantes, y lo más importante, al alcance de todos.
* El autor es Project & Construction Director de la desarrolladora inmobiliaria Codevelopers