Fuente: La Nación ~ Las empresas del sector deben empezar a reconvertir su oferta, con la mira puesta en propuestas más flexibles.
Como en otros órdenes de la vida, el Covid modificó la demanda de inmuebles urbanas. Con el aislamiento, mucha gente se cuestiona, la inflexibilidad de sus viviendas y cuestiones como la ventilación o la falta de balcones amplios o espacios verdes.
Sin duda, las casas cobraron nuevas dimensiones. Cualquier persona en busca de un hogar se pregunta, antes de decidir, cómo sería estar atrapado en una determinada propiedad durante semanas. Esta simple pregunta desembocó en la búsqueda de nuevos horizontes.
“Replantear los diseños de inmuebles ya está en la cabeza de los arquitectos, los inversores y los futuros poseedores. Es consecuencia de la cuarentena donde se lo debió usar de otra manera, como vivienda, oficina, escuela y hasta como gimnasio. No implica muchos cambios, si muchas mejoras”, enfatizó Daniel Silberfaden, decano de la Facultad de Arquitectura de la UP.
A nivel mundial, el encierro por la pandemia profundizó requisitos ya planteados antes de 2020. “Son cosas que, en menor o mayor medida, se venían demandando. El ASPO solo les dio más bríos”, reconoció Carlos Gallarin, director de la división de Emprendimiento de L. J. Ramos.
A lo largo de la historia, la arquitectura jugó un papel importante tanto en las causas como en las soluciones de epidemias. En el 400AC, Hipócrates señaló que algunas enfermedades eran producto del agua contaminada y del aire enrarecido de las casas. Hasta el arquitecto suizo Le Corbusier se obsesionó en construir viviendas anti tuberculosis.
“La arquitectura cambia porque intenta solucionar las necesidades de la gente. Reacciona a ellas y busca resolverlas. Se diferencia de la construcción porque para lograrlo incorpora el arte y la ciencia”, enfatizó Claudia Faena, fundadora y directora artística del estudio del mismo nombre.
Transformación en marcha
En los primeros años pospandemia, se visualizarán muchas de esas transformaciones. Sin embargo, recién en cuatro años se verán las primeras construcciones nacidas y esbozadas según las premisas germinadas en la pandemia. “Hagamos números rápido. Te encargan un proyecto en marzo de 2021. Se diseña el edificio y se aprueba en 2022. Lleva dos años y medio edificarlo y habilitarlo. Entonces, para 2024 o 2025 se empezarían a habitar los inmuebles nacidos de ‘lo aprendido’ en el aislamiento por el Covid”, acotó Daniel Silverdfaden.
Entre los principios que, con seguridad, se aplicarán a esos inmuebles está la neuroarquitectura. Esta rama de la arquitectura trabaja en conjunto con la ciencia y la tecnología. Sus principios radican en el estudio de las sensaciones que los lugares estimulan en los individuos.
“Basándose, por ejemplo, en la medición de la frecuencia cardíaca o la actividad cerebral, los neuroarquitectos podemos saber cómo las personas reaccionan durante su paso por una sala de espera. Entonces mediante el uso de texturas, colores, sonidos y la espacialidad podremos reducir el nivel de estrés originada por esa situación”, explicó Claudia Vega, socia del estudio 3 en Arquitectura.
La premisa de ese estilo es conocer cómo el entorno moldea la química cerebral y, por lo tanto, las emociones, los pensamientos y las conductas. “La neuroarquitectura se presenta hoy como una herramienta capaz de construir y diseñar espacios más saludables. Permitir además ‘sentir la arquitectura’”, agregó Natalia Mazzei, socia de 3 en Arquitectura.
Luz y aire
Al mismo tiempo, cobraron nueva fuerza principios básicos. Reflotó así la importancia del asoleamiento, la aireación y los metros cuadrados semicubiertos.
En España, un grupo de estudios de arquitectura realizaron, en pleno aislamiento, un estudio sobre la luz en las viviendas. El ejercicio consistía en preguntar a algunos españoles qué valoraban más de sus hogares durante la cuarentena. Todos remarcaron el ingreso de la luz natural. Incluso, algunos lo graficaron con la importancia de contar con una ventana en el baño para no sentirse encerrados.
“La gente se dio cuenta de lo angustiante que era quedarse encerrado todo el día en su casa sin recibir un poquito de sol. Antes del Covid, todos salíamos a la mañana y volvíamos a la noche. Entonces, no teníamos tanto esa necesidad”, afirmó la fundadora del estudio Claudia Faena.
Una situación similar se planteó con la aireación. Cada vez más personas reclaman departamentos con doble ventilación cruzada. En los últimos tiempos, tal vez por motivos económicos, este requisito había sido un poco relegado.
Debido al prolongado aislamiento, la flexibilidad encabeza la lista de prioridades a la hora de alquilar o comprar una unidad residencial. Demandan viviendas con ambientes transformables que puedan ser, al menos, hogar y oficina a la vez. Si poseen una buena división acústica, mucho mejor.
“Hoy existe una desjerarquización de los ambientes. Un dormitorio o un living tuvieron otros usos durante la pandemia. Por eso apareció esta flexibilización utilizando paredes móviles que aíslan acústicamente y otorgan más flexibilidad”, señaló el decano de la UP.
Escritorios y balcones
Dentro de esa línea, los escritorios pasaron a ser el nuevo espacio importante de la casa. La idea es poder trabajar y mantener reuniones laborales sin obstaculizar las tareas del resto de la familia.
“Actualmente, un escritorio va más allá del espacio habitación. Ahora se debe prever dónde poner un teléfono y el wifi, mejorar la iluminación, el aislamiento y la conectividad”, remarcó Silberfaden
Ese principio de adaptable a múltiples funcionalidades se extendió a todos los rincones del edificio.
La necesidad de casas con zonas verdes, un patio, un balcón o una terraza fue otra constante en el encierro por el Covid. “Sin duda, esta pandemia nos creó una abstinencia de naturaleza. Debido a ello muchos usaron el balcón para trabajar, para desayunar o para armar una huerta vertical. Al estar encerrados, nos dimos cuenta de que necesitamos ser parte del ecosistema”, subrayó Faena.
El origen de los balcones, las terrazas y las galerías respondió a la idea de querer tener el exterior en el interior. “La gente aspira ahora a balcones ‘vivibles’ para sentarse, tomar aire. No importa si es a la calle o en el contrafrente, lo fundamental es poder poner un par de sillas, una mesa, una reposera”, marcó Gallarin.
En este contexto, algunas constructoras empezaron a ofrecer los balcones ya acondicionados. “Muchos de nuestros edificios los entregamos hasta con plantas y sistema de riego por goteo”, Luciano Teijeiro, director comercial de la TSF desarrollos.
En el sector además destacan que a los balcones más amplios ya se los comienza a considerar como m2 cubierto a la hora de tasar una propiedad. “A los más grandes se los computa al 100% con el valor del m2 cubierto, porque se trata de un ambiente más. En cambio, un balcón de 90 cm en el cual solo podés poner unas macetas cotiza al 50%”, explicó Teijeiro.
Por todo eso, el metro cuadrado descubierto pasó a cotizarse como un cubierto.
“Con el Covid, todos nos dimos cuentas de que no se puede “vivir” en 20 m2. Ahora, las personas piden más metros para vivir. Y, como en todo juego de la oferta y la demanda, si la gente no compra unidades chicas se dejan de hacer”, finalizó Faena.