Fuente: La Nación – Pese a su alto impacto ambiental, a corto plazo, no hay otro material que pueda reemplazarlo en términos de volumen.
La mala fama precede al hormigón. Su composición, principalmente cemento -cada metro cúbico de hormigón requiere unos 300 kilos de este material- consume mucha energía durante su fase de producción y emite grandes cantidades de CO2 a la atmósfera -el cemento es el responsable del 8% de las emisiones globales-.
La asociación sin ánimo de lucro Green Building Council Spain (GBCe) dio en el clavo. Recientemente aludió a cómo los edificios afectan la biodiversidad, utilizando como ejemplo el material de construcción más popular del mundo. “Por ejemplo, el sector produce 2200 toneladas de hormigón cada dos segundos en el mundo, más de 4000 millones de toneladas de este material al año y 9 toneladas de hormigón por persona en el mismo periodo, transformando los espacios naturales en zonas industriales o en bloques de vivienda», comenta Borja Izaola, experto en el ámbito técnico del GBCe.
El problema es que no existe una alternativa viable al hormigón. A corto plazo, no hay otro material de construcción que pueda reemplazarlo en términos de volumen. Por ello, los expertos creen que mejorar la sostenibilidad es el camino más viable. La industria de la construcción ya está intentando reducir su huella hídrica, por ejemplo, reciclando el agua utilizada en la limpieza de hormigoneras o en plantas de prefabricados de hormigón. Los residuos o desechos de otros procesos industriales, agrícolas o domésticos que no se pueden reciclar o reutilizar también se utilizan como materia prima o combustible para fabricar cemento, según la cementera Cemex.
La industria del desarrollo también está dando los primeros pasos en esta dirección. Aedas Homes y Holcim España han anunciado un acuerdo para construir al menos tres asentamientos de 200 viviendas de hormigón bajo en carbono. Una solución que se espera que permita una reducción de las emisiones de CO2 de entre un 30% y un 70% respecto a los hormigones y morteros tradicionales. “Se utiliza la metodología de análisis de ciclo de vida (ACV) del producto, que nos permite conocer los principales impactos ambientales de su fabricación y uso, además de ofrecer total transparencia sobre el proceso”, destaca Manuel Barrero, director de Actividad Hormigón de Holcim España.
César Bartolomé, secretario de la Plataforma Tecnológica Española del Hormigón, afirma: “No hay nada más sostenible que una edificación eterna y hasta que no lo consigamos, el hormigón es el material de construcción más duradero y seguro que existe”. es responsable de un alto porcentaje de las emisiones globales de CO2, Bartolomé lo defiende: “Muchas veces se confunde el cemento con el hormigón y esto puede generar confusión. El hormigón es la mezcla de cemento, áridos, aditivos y agua y es el material comúnmente utilizado en las estructuras. Uno de sus principales componentes, el árido, tiene un impacto ambiental muy bajo, lo que convierte al hormigón en un material con una huella de carbono de media a baja”. su huella de carbono por unidad de producto, sino por ser el material más utilizado en el mundo, por lo que su impacto es mayor. “La pregunta que debemos hacernos es si podemos usar menos concreto en un edificio. La respuesta es sí, pero con cautela y con ciertas limitaciones, porque el hormigón nos ofrece la seguridad estructural, la resistencia al fuego o la eficiencia energética “, subraya Bartolomé.
De la transición
La Comisión Europea ha incluido el cemento y sus derivados en el Reglamento de Taxonomía Verde de la UE, que establece los criterios para determinar si una actividad económica se considera ambientalmente racional, como una tecnología de cambio climático.
“La Comisión ha declarado que no existe una alternativa baja en carbono tecnológica y económicamente viable que pueda sustituir al cemento y al hormigón en 2050″, fecha en la que la UE se compromete a alcanzar la neutralidad en carbono, subraya el secretario de la Plataforma del Hormigón.