Fuente: Clarín ~ ¿Por qué demoran tanto las obras de infraestructura en la Argentina?
¿Por qué demoran tanto las obras de infraestructura en nuestro país? ¿Por fallas en la planificación o en las previsiones presupuestarias? ¿Acaso por las idas y vueltas del sector público que retrasan, incluso, a proyectos con beneficios asegurados como el gasoducto Néstor Kirchner?
Estas preguntas tienen especial relevancia si se considera que la inversión estatal en bienes que pueden ser compartidos por toda la sociedad está plenamente justificada en el capitalismo moderno. Porque sus impactos favorecen el desarrollo económico elevando la calidad de vida de la población, la productividad y el funcionamiento de las empresas.
Además de constituir una condición necesaria, aunque no suficiente, para fomentar el crecimiento, los empleos y la localización de negocios. Como así también la integración, el perfil productivo y la capacidad para competir en el mercado mundial de determinadas regiones.
Sin embargo, en la Argentina de las últimas décadas los tiempos de licitación, adjudicación y ejecución de muchas obras importantes se prolongan hasta el absurdo. Ya sea el saneamiento de cuencas contaminadas, la canalización de vías navegables, el control de inundaciones, la optimización de caminos rurales, los pasos fronterizos o las autovías y cruces de numerosos centros urbanos.
Convirtiéndose en un problema repetido y oneroso que alcanza también a los proyectos que tienen estudios de factibilidad, cuentan con fuentes de financiamiento, están a cargo de unidades burocráticas específicas o bien, han sido concesionados a la actividad privada.
Cuestión que tuve la oportunidad de comprobar cuando mucho tiempo atrás, junto a un equipo de profesionales, impulsé la licitación del puente Rosario-Victoria y de la autopista Córdoba-Rosario que llevaban años de estar en veremos.
Algo semejante ocurre con algunos de los gasoductos que se planearon con el correr de este siglo. Cabe recordar, por cierto, que el uso local de estos tubos diseñados para transportar gas a largas distancias y volúmenes en base a un modelo matemático recién fue promovido a principios de 1946 con la creación de Gas del Estado.
Y que se materializó un poco más tarde, en febrero de 1947, por la decisión del primer gobierno peronista de construir el Gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires con el fin de reemplazar el gas que se producía a través del carbón importado con el gas natural que se venteaba en los yacimientos patagónicos.
De todos modos, este primer gasoducto de 1.600 kilómetros de longitud que se inauguró hacia fines de 1949 según lo fijado y los dos muy extensos que fueron habilitados durante las presidencias de Frondizi y de Alfonsín, uniendo el norte de Salta con el sur de Santa Fe y el centro de Neuquén con el gran Buenos Aires, se comenzaron y terminaron, por ejemplo, en plazos acordes a los establecidos por los estándares internacionales.
Es decir, su construcción demandó un tiempo similar al que demandó la construcción de los gasoductos de complejidad equivalente que atraviesan llanuras, ríos y mesetas en las tierras áridas y en las fuertemente productivas de Estados Unidos y de Europa oriental. También a los que cruzan cerros desolados y de tierra roja en Oceanía y América del Sur.
En cambio, el Gasoducto del Noroeste Argentino (GNEA), que en sus orígenes iba a transportar gas natural desde Bolivia hacia nuestro territorio, y el recién licitado Gasoducto Néstor Kirchner (GNK) exceden largamente en sus etapas de maduración a cualquier historial.
El GNEA, que se anunció en 2003, tenía previsto empezar sus operaciones en 2010. No obstante, ninguno de los gobiernos que se sucedieron desde entonces, a pesar de un sinnúmero de actos y discursos, ha podido completar los trabajos en su total magnitud.
En tanto que el GNK, destinado a transportar el gas no convencional que se extrae de forma creciente en la venturosa cuenca neuquina, fue propuesto en 2018. El primer llamado licitatorio se hizo a principios del 2019 y después de varias prórrogas y cambios se acaba de adjudicar, en agosto de 2022, la construcción de la primera etapa (Tratayén, Vaca Muerta – Salliqueló, provincia de Buenos Aires), de las dos que comprende el proyecto.
O sea, una vez resueltas las autorizaciones ambientales y de trazado se empezarían a construir solo 558 km de los 1.042 km concebidos. Con el agravante de que estos atrasos, debido a la guerra en Ucrania y a la suba de precios de la energía importada, complejizan en extremo la situación fiscal y la posibilidad de proveer gas en cantidad suficiente y a tarifas razonables a miles de hogares y decenas de industrias.
Un análisis preliminar permite suponer que esta ineficacia en el accionar público se debe a la escasa calidad de gestión de las áreas responsables de infraestructura a nivel nacional, provincial y municipal. En especial, en la confección de pliegos, evaluación de ofertas, contratación de servicios y auditorías de obras.
También, a las pujas sectoriales y entre provincias que suelen combinarse con una deficiente programación económica caracterizada por demoras en los pagos, sobrecostos, reajustes y recortes arbitrarios en los presupuestos aprobados.
¿Estarán listas las futuras administraciones para resolver estos problemas? ¿Habrá consenso político para dotar de recursos y dirección técnica competente a un conjunto de obras impostergables? Ortega y Gasset, en una lejana y célebre conferencia, instó a los argentinos dedicarse de una buena vez a las cosas. Ojalá..