Fuente: Cronista – La agenda global de sostenibilidad está marcada por diversos desafíos, pero la descarbonización continúa siendo una prioridad fundamental en los próximos años. Aunque, con una guerra en curso, las condiciones socio-políticas en el norte global pueden haber afectado el cumplimiento de los objetivos trazados por la ONU, el tiempo apremia y se requieren estrategias más sólidas y decididas para alcanzar las metas establecidas en las fechas comprometidas.
A pesar de que los científicos aseguran que se deben disminuir las emisiones mundiales un 50% durante la próxima década para mantenernos dentro de los 1,5 grados fijados por el Acuerdo de París, pocos sectores de la economía están operando a un nivel neto cero y las emisiones no se están reduciendo lo suficientemente rápido.
Según el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, la iniciativa de la ONU que lidera la sostenibilidad empresarial en el mundo, nos encontramos en un punto crítico en el que las reducciones marginales de las emisiones en los sectores de gran intensidad de emisiones no serán suficientes para lograr los ODS. Pero el cambio climático es una realidad y ya se deja sentir: las dos últimas décadas incluyeron 18 de los años más cálidos registrados y Europa experimentó olas de calor extremo en cuatro de los últimos cinco años.
En el contexto latinoamericano, también tenemos planteados distintos retos de la agenda global medioambiental, dentro de los cuales está el camino hacia la descarbonización.
Es aquí donde la industria de la construcción desempeña un papel fundamental, ya que los edificios representan el 41% de las emisiones de carbono que provienen de las ciudades. Ciudades que, según el Banco Mundial, son responsables del 66% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la región y concentran gran parte de los impactos del cambio climático.
El sector de la construcción es fundamental para la transición a cero emisiones netas y, dado que los ciclos de planificación de capital, presupuestación y desarrollo del sector se extienden durante largos periodos de tiempo, las decisiones que se tomen hoy determinarán los éxitos y los fracasos a la hora de alcanzar las NZC en las próximas décadas.
No debemos olvidar, al mismo tiempo, que el entorno construido está a punto de experimentar la mayor oleada de crecimiento urbano de la historia. Se espera, a su vez, que la superficie construida mundial se duplique de aquí a 2060, según Architecture 2030.
En este contexto, ciudades de todo el mundo están actuando frente a la crisis climática estableciendo compromisos audaces para llegar a cero emisiones netas e implementando políticas específicas, regulaciones y programas de incentivos para hacer frente a las emisiones de sus sectores más contaminantes. Sin embargo, todas las regiones, países y ciudades se enfrentan a retos únicos que determinan la mejor manera de materializar sus objetivos de carbono neto cero (NZC).
En el caso de América Latina hay que tener en cuenta que es una de las regiones más urbanizadas del mundo, pero gran parte de este crecimiento se produjo sin una planificación adecuada, generando una expansión urbana intensiva en carbono y construcciones vulnerables al riesgo climático.
Según un estudio de la IEA (Agencia Internacional de la Energía), el crecimiento de la demanda de energía y las emisiones desde 2010 en la región ha sido impulsado por un aumento del 10 % en la población regional y un aumento del 26 % en la riqueza económica (PIB). Entre 2020 y 2040, se espera que la población en LATAM crezca un 20% más y podría aumentar su riqueza en un 83%. La región está preparada para un desarrollo continuo, por lo que el crecimiento limpio y sustentable es una necesidad inmediata.
Para abordar este desafío, es fundamental que las ciudades se comprometan con la descarbonización y establezcan objetivos ambiciosos para las nuevas construcciones. En economías desarrolladas, el envejecimiento del parque inmobiliario representa un reto, pero para las regiones en desarrollo como la nuestra, la construcción de nuevos edificios es esencial para las estrategias de crecimiento. Debemos adoptar un enfoque consciente del carbono, incorporar principios de construcción regenerativos y circulares, y aplicar los principios de la economía circular a lo largo de todo el ciclo de vida de los edificios.
En todas estas misiones, las finanzas sostenibles serán claves. La ONU es muy clara al respecto: «Cambiar el mundo, cambiar la economía, supone dirigir los flujos de inversión en base a nuevos parámetros, alineados con el desarrollo sostenible. Sólo así, conseguiremos que nuestras economías, empresas y sociedades, en particular los sistemas de salud, sean más resistentes a las perturbaciones y riesgos climáticos y ambientales, con claros beneficios colaterales para la salud».
En concreto, la OCDE estima que, a nivel mundial, cerrar el déficit de los ODS, supone movilizar entre alrededor 4 billones de dólares anuales durante los próximos diez años según lo recogido en el paper del Pacto Mundial de ONU «Finanzas Sostenibles y Agenda 2030: Invertir en la transformación del mundo».
A tenor de la magnitud de estas cifras, podemos afirmar que los recursos del sector público no serán suficientes para hacer frente a este desafío, y la movilización de capital institucional y privado será necesaria. Para que esta inversión contribuya de forma correcta al desarrollo sostenible, es vital el establecimiento de normas ampliamente acordadas y definiciones sobre qué se pueden considerar inversiones o productos financieros sostenibles.
Este fue precisamente el objetivo de la Unión Europea con la creación de la Taxonomía Verde en el contexto del Plan de Acción sobre Finanzas Sostenibles, que fue publicado el 22 de junio de 2020 y entró en vigor el 12 de julio de 2020.
Las taxonomías verdes juegan un papel clave para vincular el sector financiero con los objetivos climáticos de cada mercado. Estas políticas estandarizadas permiten evaluar de manera comparativa las actividades sostenibles en una región, proporcionando claridad sobre qué inversiones son sostenibles y fomentando el flujo de capital hacia ellas.
En este contexto, es relevante mencionar la investigación realizada por JLL sobre lo que están haciendo 10 de las principales ciudades de América Latina en materia de objetivos y políticas climáticas, especialmente en lo que respecta a los edificios. La investigación se basa en un estudio que incluye ciudades como Bogotá, Buenos Aires, Guadalajara, Medellín, México, Monterrey, Santiago, San José, São Paulo y Río de Janeiro. Esta investigación es una extensión del estudio global de JLL «Descarbonizando Ciudades y Bienes Raíces», que cubrió 32 ciudades y fue publicado en mayo de 2022.
Del capítulo regional del trabajo se desprende que, mientras casi todas las ciudades de las economías desarrolladas incluidas en nuestro estudio global tienen objetivos fijados para descarbonizar los edificios, la mayoría de las ciudades de LATAM evaluadas aún no han especificado objetivos tan ambiciosos para las nuevas construcciones. Esta situación es particularmente frecuente entre los mercados emergentes en general, donde el enfoque suele ser mejorar los niveles de vida. Desafortunadamente, el objetivo interino crucial alineado con París, con el objetivo de reducir las emisiones en un 50 % para 2030, no figura en gran medida en las agendas de las ciudades de LATAM.
Sin embargo, América Latina ha seguido el ejemplo de países europeos al desarrollar sus propias taxonomías verdes adaptadas a sus economías locales, sentando así un precedente para las economías emergentes. Colombia y México, por ejemplo, son pioneros en el lanzamiento de sus taxonomías verdes, con otras naciones de la región siguiendo su ejemplo.
En relación a la Argentina, Buenos Aires tiene un capítulo especial dentro de nuestro estudio. Allí se destacan los avances, los retos y las oportunidades en materia de sostenibilidad y descarbonización en la ciudad.
Buenos Aires presentó en 2019 su Nuevo Código de Planeamiento Urbano y Edificación, estableciendo directrices para la adopción de tecnologías y diseños sustentables en los nuevos edificios. Estas directrices incluyen ventilación natural, aislamiento térmico, techos y paredes verdes, uso eficiente del agua, eficiencia energética y la incorporación de energía solar fotovoltaica y energía renovable térmica. La Ciudad se puso como objetivo para 2025 plantar un 23% más de árboles (100.000 árboles nuevos) en la ciudad y garantizar que los habitantes dispongan de espacios verdes a una distancia media máxima de 400 metros.
CABA ha creado, además, la Certificación «Sello Verde», un programa de certificación para promover las prácticas sostenibles y la responsabilidad ambiental entre empresas y organizaciones. La certificación reconoce el cumplimiento de la normativa y las prácticas ambiciosas de gestión de residuos en oficinas públicas y privadas, locales comerciales y edificios residenciales. La certificación es voluntaria y las empresas deben pasar por un proceso de evaluación para obtenerla.
La rápida urbanización que se ha producido en las ciudades de LATAM pone a prueba los sistemas de construcción e infraestructuras y acentúa la necesidad de un desarrollo sustentable y resiliente en la región. De hecho, hasta el 80% de las pérdidas causadas por desastres climáticos en América Latina se producen en zonas urbanas.
También existe consenso en la región sobre la inmediatez de la amenaza climática ya que, según una encuesta de Atlántico y AtlasIntel 2022, el cambio climático se considera el mayor riesgo para nuestro planeta en los países más grandes de LATAM. Con la creciente amenaza del cambio climático, todas las ciudades se benefician de adoptar una visión más holística para promover el crecimiento sustentable al tiempo que avanzan en los esfuerzos de descarbonización, así como en la mejora de la resiliencia.
Para materializar estos objetivos de descarbonización, es fundamental el intercambio de experiencias y la colaboración entre organizaciones y gobiernos municipales. El sector inmobiliario, con su experiencia, recursos y enfoque a largo plazo, puede ser un socio clave para impulsar la sostenibilidad en las ciudades. Es imprescindible que los gobiernos, la industria y la sociedad trabajen de manera conjunta y comprometida para lograr una transición exitosa hacia un futuro bajo en carbono. La tarea es ardua, pero el compromiso con la sostenibilidad y el bienestar del planeta son la motivación para seguir adelante.